La pequeña Alhambrita maña

 
 

 

A mí me gusta dar un íntimo toque personal a las cosas que me son próximas y a las que les tengo un cierto cariño. Al valle del Alba, en el Parque Natural de Redes (Sobrescobio, Asturias), me gusta llamarlo mi pequeño valle de Heidi, porque es lo que me sugiere recordando el libro de Johanna Spyri (más que la cosa esa que pergeñaron los japoneses). Al palacio de la Aljafería, en Zaragoza, lo denomino como el título de esta entrada, la pequeña Alhambrita maña porque es lo que es o, mejor dicho, lo que fue: un vergel para solaz del rey moro de Zaragoza; y si la comparación con el monumento granadino es exagerada, no es tanto porque la Aljafería no fuera, en efecto, una pequeña Alhambra en origen, sino porque posteriores usos que se le han dado la han estropeado irreversiblemente. Sobre todo la soldadesca napoleónica, seguida después por la local (fue utilizado durante muchos años como cuartel, figúrate la de cabronadas que le hicieron entre unos y otros al pobre edificio), prácticamente lo deshicieron. Lo que vemos es una reconstrucción muy sabia, documentada hasta donde se pudo, y que permite distinguir las (pocas) partes originales de las que se han hecho nuevas.

El edificio alberga también el salón de plenos del Parlamento aragonés y otras estancias del mismo. Qué le vamos a hacer.

Estas fotografías son recientes, fueron obtenidas el pasado 18 de febrero y en ellas me limito a la parte árabe del Palacio; hay otra parte (el salón de Pedro IV, por ejemplo) ya usado por los reyes de Aragón después de expulsar a los moros y, finalmente, el palacio renacentista de los Reyes Católicos, que merece una entrada aparte.

En esta ocasión no me detendré en las características técnicas de cada fotografía; baste decir que fueron obtenidas con mi recién estrenada Canon Powershot G5X Mark II, y todas con una sensibilidad ISO de 120. A partir de ahí, la exposición, el diafragma y el foco utilizados ya son distintos para cada foto.